The Art of Professional Wrestling

Por que, a veces, la magia del wrestling está en los pequeños detalles

The Art of Professional Wrestling

Alejandro Giménez

02/04/2018 a las 16:51

Uno de los puntos más polémicos en el wrestling profesional, así como en otras disciplinas, es el análsis de los combates. Desde hace ya muchos años, aficionados y expertos de la materia han debatido sobre qué hace a un combate mejor que a otro, ¿Es X el mejor combate de todos los tiempos? ¿Merece ser Y una lucha de cinco estrellas? ¿Por qué Z periodista ha sobrevalorado tanto este combate y a penas ha puntuado con tres estrellas este otro? ¿Por qué se infravalora esta lucha? ¿No cumple con unos requisitos? ¿Está fuera del canon? ¿Por qué tanta alabanza a esto y tan poco comentario a eso otro? 

Podríamos estar analizando durante horas los criterios que hacen mejor o peor a un combate. Puede que, llegados a un punto, fuéramos capaces de establecer unos baremos más o menos objetivos para comparar luchas entre sí. Este periodista, a título personal, prefiere que cada uno tenga su opinión y parámetros propios. Que cada persona pueda disfrutar de aquello que le emocione. Que un aficionado, siempre que lo razone y lo justifique, pueda decir sin miedo que una lucha es mejor que otra, aunque la opinión pública dicte lo contrario. 

Hoy ha sido uno de esos días en los que mi pasión por el wrestling profesional se ha reforzado. Hoy he visto el combate principal del evento Sakura Genesis, ofrecido por la empresa New Japan Pro Wrestling (NJPW), y no he podido evitar emocionarme. La lucha me ha parecido maravillosa, de principio a fin, y cada detalle ha quedado grabado a fuego en mi mente. Esto son cosas que nos pasan muy de vez en cuándo (o tal vez no); pero cuándo llega el momento sentimos sensaciones increíbles.

Para el aficionado de wrestling profesional, para ti, para mi, no hay nada mejor que un combate que sintamos perfecto. Uno de esos duelos que nos agarra con fuerza al inicio y que nos hace pasar por un sin fin de estados diferentes, como si de una montaña rusa se tratarse. Zack Sabre Jr. y Kazuchika Okada me han regalado esto. Sé que mis palabras no le harán justificia; pero no he podido evitar lanzarme sobre el teclado a escribir sobre ello. 

Con este análsis no pretendo convencer a nadie de que este combate es el mejor del año; tan sólo quiero haceros sentir (o al menos intentarlo) todo aquello que me hizo sentir a mí. 

PRIMER ACTO: ATRÁPAME SI PUEDES

Zack Sabre Jr. llega a Sakura Genesis en el mejor momento de forma de su carrera. Después de una larga trayectoria conquistando éxitos a nivel internacional, el luchador británico ha conseguido establecerse como la última gran estrella de NJPW. Hiroshi Tanahashi, Tetsuya Naito, SANADA y Kota Ibushi cayeron ante Sabre, ¿Pasará lo mismo con el campeón peso pesado IWGP, Kazuchika Okada, esta noche?

El ambiente en el pabellón es mágico. Los luchadores salen muy concentrados al ring. La campana suena. Comienza la acción. Sabre Jr. no lo duda ni un momento y se lanza contra su rival. No quiere perder un solo segundo. Está seguro. Confiado. Sabe que la victoria puede llegar. 

Candado por aquí. Candado por allá. La mirada triunfal de Zack lo dice todo. Ganar, ganar y ganar. La derrota no es una opción. El británico hace uso de su elasticidad. Gira su cuerpo de todas las formas posibles. Izquierda. Derecha. Arriba. Abajo. Sabre juega con su rival. El concierto ha comenzado. Sabre es el único director. 

Okada, el gran campeón, cae en la trampa de su rival. El japonés comete el mayor error de la lucha: jugar al juego de Sabre. Intentar tocar su música. Okada comienza con el contralleveo. Izquierda. Derecha. Arriba. Abajo. Okada lo intenta, pero siempre llega tarde. Sabre está un paso por delante. Okada es el rey de Japón. Intenta trabajar a ras de lona. Lo intenta. No lo consigue. Zack es el rey del tapiz. 

Los comentaristas disfrutan. Kevin Kelly. Don Callis. Rocky Romero. Narran, con pasión, el concierto de Zack. Referencias por aquí. Referencias por allá. Billy Robinson. Antonio Inoki. Cravetes de Chris Hero. Background mexicano de Okada. Estilo inglés de Sabre. Negro Navarro. México. Reino Unido. Japón. Magia en el ring. Campeón frustrado. Retador triunfal. Fin de la escena. 

SEGUNDO ACTO: EL CAMPEÓN CONTRAATACA

Okada desespera. Llaves. 15 minutos. Más llaves. Okada se ha cansado de esperar. Okada se ha cansando de jugar. El campeón quiere dominar. Atrás queda (intentar) seguir a Sabre. Es superior en la lona. Lo sabe. Es hora de contraatacar. Okada necesita control. Lo desea. Lo necesita. 

El campeón, consciente de sus carencias, saca a relucir su lado más duro. Luego de muchos esquives, Okada conecta un duro Big Boot y consigue tumbar a Sabre. Tiene a su rival dónde quiere. Okada baja del ring. Su gesto es serio y confuso. Por un lado felicidad, está empezando a dominar. Por otro decepción, está recurriendo a un estilo rudo. Los campeones no actuán así, debe pensar. Los campeones deben saber cuándo actuar así. El brawling no es tan hermoso como el mat work, pero está siendo efectivo. 

Okada tumba a Zack Sabre en ringside con duros golpes. El combate, por primera vez, le sonríe. Los luchadores regresan al ring. El único lugar dónde puede haber un ganador (y un perdedor). Parece que la lucha tomará un nuevo rumbo; pero no es así. Okada vuelve a confiarse. Okada cree que tiene a Sabre dónde quiere. Okada está seguro de que este concierto es suyo y de que aquí se toca su música. Error. 

Okada busca sus movimientos característicos. Salta a por el Dropkick. Allí está Sabre. Un. Dos. Giro por aquí. Puente por allá. Tres. El campeón vuelve a perder el control de su cuerpo. Zack juega con él. Como quiere. Dónde quiere. Las cuerdas son el único refugio que encuentra el campeón. Okada tumba de nuevo a Sabre. Busca el Diving Elbow... pero allí está Sabre. Un. Dos. Giro por aquí. Giro por allá. Tres. El campeón más exitoso de la historia, el intocable, saca su lado más humano. Tropieza (una y otra vez) con la misma piedra. Campeón frustrado. Retador dominando. 

TERCER ACTO: EL DUELO DEFINITIVO

El combate avanza. Luchadores cansados. Comentaristas emocionados. Público electrizado. Sabre endurece sus llaves. Atrás queda el trabajo a las piernas o la cabeza. Comienza lo serio. Zack busca el brazo de Okada. El brazo del Rainmaker, como bien nos recuerda Kelly. Sabre confía en sus habilidades, pero teme el finisher de su rival. Sabe que en cualquier momento, con el mínimo despiste, Okada puede sacar el Rainmaker. Un movimiento y adiós a su sueño de ser campeón. Aumenta la tensión

Okada muestra veteranía. El campeón está cada vez más cómodo. Los minutos pasan. El cansancio afecta a su rival. A él, al contrario, parece motivarle. Okada saca su mejor versión y demuestra por qué siempre consigue salir victorioso en sus largas defensas titulares. Los minutos puede que sean un inconveniente para el retador; pero son el factor diferencial para el campeón. 

Los big moves empiezan a salir. Okada los conecta. La música ha dejado de sonar. El campeón sabe a qué quiere jugar. Sabre, por su parte, intensifica su repertorio. Su llaveo pierde en variedad, pero gana en eficiencia. Menos llaves, más castigo. Menor repertorio, mayor dolor. 

Los luchadores están exhaustos y a penas se tienen en pie. Sabre y Okada intercambian patadas con un ángulo de cámara que refleja a la perfección la situación. Cámara a ras de lona. Luchadores de rodillas. El triunfo en lo más alto. Zack desespera y abofeta al campeón. La falta de respeto es evidente. El retador emula a su predecesor en Sakura Genesis, Katsuyori Shibata, pero Okada no es alguien que se deje manosear. 

Zack sigue con su inspiraciones. La fuerza de Shibata no funciona. Es hora de cambiar. El referente es Shinsuke Nakamura. Okada busca el Rainmaker, pero Sabre revierte en Armbar. Igual que Nakamura. Con mayor precisión. Con más fuerza. Aquel día, Okada se rindió. El campeón golpeó la lona. Por primera vez. Por última vez. Sabre lo sabe. Okada lo sabe. El público lo sabe. Kevin Kelly lo sabe. Nosotros lo sabemos. La victoria está cerca. Okada, ahora sí, evita tropezar con la misma piedra. El campeón resiste. Okada alcanza las cuerdas. Okada deja de ser hombre. Okada vuelve a ser intocable. 

Okada conecta algunos Rainmakers (en versión corta), pero sus brazos están muy lastimados. Okada lanza los golpes, pero no impactan con la suficiente fuerza. Su brazo choca con el abdomen del rival, y no con su cuello. Okada busca el Tombstone. Lo conecta. Está muy mermado. Tarda un poco (demasiado) en intentar curbir a su rival. Sabre aprovecha. Salta. Toma el brazo de Okada. Su cuello también está lastimado. La llave no es del todo efectiva. Nada es del todo efectivo. Nada es suficiente. Nadie se rinde. El combate sigue. 

El campeón busca una y otra vez ese definitivo Rainmaker que le dé la victoria. Sabre, por su parte, revierte cada uno de estos intentos en puentes y cuentas de tres. El público, por momentos, cree en la victoria del inglés. La gente, por momentos, quiere que gane el inglés. Se acerca el final. 

Como toda buena obra de arte, este combate tiene un fin. RainmakerRainmakerRain...NO. Allí está Sabre. Un. Dos. Giro por aquí. Puente por allá. Zack tiene al campeón a su merced. Su mirada lo dice todo. Puede rozar el cinturón. Saborea las mieles del éxito. En su cabeza está la victoria. En su cuerpo la derrota. El dolor es evidente. El cansancio pesa más que nunca. Todo depende de él. Si Sabre consigue juntar sus manos, cerrar el candado, la victoria en suya. El inglés intenta contener el dolor, pero este es más fuerte que él. Allí está Okada. Un. Dos. Spinning Tombstone por aquí. Rainmaker por allá. Tres. 

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