AJ Styles, Nakamura y lo que está por llegar

El pasado 4 de enero cumplí 29 años. Y aunque eso significa que me acerco peligrosamente a esa edad en la que la sociedad le demanda a uno plena madurez y autonomía, para mi abuela siempre seré un pipiolo, por lo que en el día de mi cumpleaños me ¿sorprendió? una vez más con un pastel y un billete de 50 euros. Como cada 4 de enero desde que tengo memoria el regalo es el mismo, llevaba varios días pensando en invertir ese dinero en suscribirme, por fin, a WWE Network. Lo cierto es que soy un seguidor veterano, que descubrió el wrestling con Hulk Hogan y El Último Guerrero en las matinales de Telecinco en los noventa, que reconectó con las emisiones de WCW para finalmente seguirlo con regularidad desde la etapa universitaria cuando incluso comentaba algunos resultados en un programa de radio local que dirigí con un compañero de clase. En casa se acumulan muñecos de mi infancia, un Bret Hart y un Goldberg articulados de la adolescencia y más recientes camisetas de AJ Styles y Nakamura. Sin embargo, hasta hace unas semanas siempre había seguido WWE a través de las emisiones de Neox, Youtube y diversos portales especializados. Suscribirme a la Network me rondaba la cabeza desde hacía algunos meses, pero fue la perspectiva de Royal Rumble 2018 la que me hizo decidirme.

Pese a las críticas, la compañía de los McMahon ha sabido tomar el pulso a la audiencia hardcore y durante los últimos dos años ha renovado su reparto con el mejor talento de las compañías independientes. Han llegado AJ Styles, Shinsuke Nakamura, Kevin Owens, Samoa Joe, Adam Cole, Ricochet... Y, lo más importante, han sabido introducirlos en el kayfabe y darles historias interesantes y combates estelares. El rumbo de la compañía me acercaba a la decisión de pagar por su contenido. Y en el último mes me convencieron con las historias que debían encontrar su desenlace en el Rumble. Con Braun Strowman liderando una oleada de destrucción y brutalidad llegaron a despertarme interés por uno de esos combates físicos que tanto gustan a algunos aficionados y que tan poco suelen atraerme a mí (que luego ganase Lesnar por enésima vez y que Kane estuviese allí sólo para ser planchado me hizo bostezar, pero hasta ese momento, la cosa funcionó). La rivalidad entre KO y Zayn contra el campeón de la marca azul prometía un combate de calidad, con buenos spots y alternativas... Pero también desde Smackdown Live, desde el plano teatral, han sabido calentar el combate para que nos apeteciese creérnoslo y esperar el resultado. No defraudó. AJ Styles retuvo su cinturón en un combate en desventaja que, como debía ser, se le complicó por momentos, pero que supo resolver de manera creíble. Y los rumores de que Shinsuke Nakamura podía ganar el Rumble para ir contra The Phenomenal One en Wrestlemania 34 me mantuvieron en tensión hasta que se confirmó que el japonés será el retador en el magno evento tras hacernos el regalo de echar a John Cena y Roman Reigns por encima de la tercera cuerda.

Pero si el Royal Rumble que WWE nos ha ofrecido este año justificaba la suscripción a la Network, creo que lo que se viene hasta Wrestlemania 34 es aún más prometedor. Los resultados del PPV no sólo me gustaron como desenlace a las historias que nos han estado contando desde los últimos RAW y Smackdown Live, sino que me han generado unas enormes expectativas para lo que está por llegar. Sobre todo, por ver a AJ Styles y Shinsuke Nakamura disputando una pelea titular en Wrestlemania (salvo que en Fastlane suceda algo inesperado). Es el dreammatch que he estado esperando durante los últimos años: mis dos luchadores preferidos, en el mayor escenario del wrestling, por el principal título de la compañía.

El primer argumento que hace del Styles contra Nakamura un duelo digno de copar la cartelera del gran evento de WWE es la calidad de ambos sobre el tapiz. AJ Styles llegó a WWE en enero de 2016 -irrumpiendo precisamente en el Royal Rumble de aquel año - en el punto más álgido de su carrera y con el único reto de reinar en la principal compañía de wrestling del mundo tras haber sido durante muchos años el rostro de TNA Impact! y el extranjero más dominador de la historia de NJPW. A lo largo de su trayectoria nos ha regalado momentos que difícilmente podrían borrarse de la retina de un aficionado a este espectáculo deportivo como su combate contra Rhino en una jaula suspendida, su enfrentamiento contra Kurt Angle en Slammiversary XI o el duelo frente a Sting en Bound for Glory 2009. De hecho, tras dos apariciones muy disfrutables en Wrestlemania (aunque faltas de épica) y gobernando la marca azul desde su llegada, lo único que le queda por lograr a AJ Styles es coronarse en el magno evento con uno de esos combates que queden grabados con letras doradas en la historia del wrestling.

Por su parte, Shinsuke Nakamura es un elemento extraño en el entorno norteamericano, un producto que parecía de difícil digestión para la demanda del aficionado acostumbrado a WWE y que sin embargo ha encontrado un encaje perfecto en el universo de los McMahon. Nakamura, como el que será su rival, reinó en NJPW en la época en la que la compañía acumulaba más talento en su vestuario. Y su paso por NXT fue tan brillante como el cinturón que poseyó en dos ocasiones. Su carrera es una sucesión de combates extraordinarios de entre los que recuerdo especialmente su victoria sobre Samoa Joe en NXT TakeOver: Brooklyn II o el combate contra Kota Ibushi en WrestleKingdom IX que finalizó con un Kinsasha muy poco ortodoxo. Quizá en los últimos meses lo hemos notado apático, menos eléctrico de lo que suele mostrarse, pero intuyo que esto obedece a la falta de una historia relevante que contarle a la audiencia y a la falta de un objetivo claro. Tras obtener el triunfo en Royal Rumble 2018, esa situación ha cambiado y Nakamura tiene que sentirse importante de nuevo.

"The King of Strong Style" y "The Phenomenal One" ya han coincidido en el ring de WWE, aunque sobre todo formando equipo. En el pasado Money in the Bank ambos se enfrentaron y ofrecieron algún spot atractivo, pero con otros tres rivales involucrados y, sobre todo, en una pelea que no tuvo una construcción argumental sólida que la arropase. El precedente que desde la pasada madrugada me regresa a la mente una y otra vez y que me hace estar contando los días que faltan para ver como la rivalidad comienza a construirse en el próximo Smackdown es el de WrestleKingdom X. Aquel combate alcanzó a los dos luchadores en un momento de forma y popularidad óptimos y tuvo, además, el aliciente de ser la primera vez que se medían frente a frente. Curiosamente también fue el día de mi cumpleaños, el 4 de enero de 2016, cuando Nakamura y Styles nos regalaron un intercambio de golpes y maniobras como pocos he visto. Aquella noche, frente a los espectadores del Tokyo Dome no se dejaron nada en el camerino: conectaron golpes rudos, ejecutaron a la perfección intercambios coreografiados y mostraron sus repertorios personales hasta que un demoledor Kinshasha impactó en el rostro de AJ Styles, que sucumbió a la potencia del japonés.

Tras aquella velada, ambos cruzaron el Atlántico y han seguido ofreciendo buenos combates, Nakamura ha descubierto al público occidental una forma de lucha y un gimmick poco convencional y el estadounidense se ha convertido en el rostro de Smackdown Live tomando el relevo a los ya veteranos Cena, Orton... El equipo creativo de WWE tiene ahora dos meses para ir construyendo semana a semana uno de esos duelos que han hecho de WWE la empresa que es hoy en día. Tienen los mejores mimbres posibles. Nakamura y Styles han puesto todo de su parte para llegar a este momento en las mejores condiciones y los aficionados desean ver ese combate. Sólo queda esperar que no lo estropeen desde los despachos.

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