El arte del porque lo digo yo

El wrestling de gustos. El que todos practicamos y ninguno entendemos.

Sergio Bustos

11/05/2016 a las

¿Qué es el arte?

La acepción popular nos dice que el arte es la manifestación humana mediante la cual se interpreta o plasma una idea a través de recursos plásticos o comunicativos. El arte es lo que reproduce aquello que no es visible, eso tan difícil de explicar y tan fácil y profundo de sentir. Puede ser también la habilidad especial que tienen ciertos individuos para desenvolverse mejor que el resto en un terreno productivo. E incluso podrás escuchar alguna vez a un monologuista decirte que 'el-arte' es morirte de frío. Da igual cómo lo definas, porque el arte es aquello nada sencillo de definir. Desde la representación pictórica más grande que hayas vislumbrado en una catedral hasta el trabajo de artistas, bailarines o cantantes comunes que ves por tu barrio. Y sí, el deporte también lo es, así como el cine y el teatro. Todo el entretenimiento.

Es por ello que hay que entender el wrestling como lo que es: una disciplina artística. Y como todo arte, más o menos manufacturado, puede transmitir cosas muy diferentes a cada individuo. Que dos personas coincidan en una misma percepción es algo contingente, y desde luego no es lo importante. El wrestling va de la mano de los sentimientos. Nunca deberíamos olvidar esto. Transmitir es la clave. Lo que buscan los wrestlers/artistas y lo que nosotros queremos encontrar.

Habitualmente -de manera más habitual de lo que querría- presencio con asombro disputas sobre determinados luchadores, determinados combates y determinados conceptos. Debates interminables que, por naturaleza, son interminables. Divergir es lo común, más cuando se trata de pasiones, pero no es, desde luego, lo recomendable ni lo coherente cuando llegamos a puntos de no retorno. No valen los "porque lo digo yo", porque no lo dices tú. Hablan tus sentimientos, hablan tus gustos. Que a mí me transmita más cierto wrestler no significa que te tenga que transmitir a ti de la misma manera, pero no por ello me hace estar equivocado. Un combate puede resultar mejor para una persona porque le ha llegado, porque le ha emocionado. Le ha contado una historia que él ha sabido escuchar. No es peor combate porque en ti provoque tedio, ni el que te ha gustado a ti es superior porque lo sientas mucho más afín. Son simplemente gustos. Maneras diferentes de entender una misma representación.

Huelga decir que existen estándares a la hora de valorar ciertos aspectos en el wrestling, pero incluso estos pierden toda validez cuando preguntas por su origen. Lo establecido no es por norma lo correcto. Es simplemente lo establecido. Que una persona entienda el wrestling de una manera muy dispar a la mía no debería suponer ningún inconveniente. No es un problema, son percepciones. No tiene parangón con lo científico, esto es arte. Y el ser humano no quiere entenderlo.

A menudo evitamos soslayar algo tan puro como los gustos personales de un individuo. No comprendemos que es imposible estar todos de acuerdo. E incluso cuando acudimos a procesos democráticos, la manera válida menos mala de valorar opiniones de masas, caemos en el error. Un producto de masas como el wrestling habla en términos de mayorías, y la tendencia entre ciertos sectores, como en todo sistema, es no querer entender esa mayoría terminando atacando su visión.

Un ejemplo de cómo reaccionó yo frente a esto es el caso de wrestlers como Enzo Amore. Soy conciso: a mí no me gusta Enzo. No me transmite nada especial, me parece que es un personaje que cae en el tópico simple y sin gracia en sus promos y en su trabajo in ring no encuentro nada que me haga valorarle como un buen luchador. No me gusta. Nada. Y, sin embargo, cuando entra a un pabellón éste se cae de una ovación cerrada. ¿Qué puedo hacer yo frente a esto? Sinceramente pienso que tengo motivos razonables para dar a entender al resto que creo que no merece ese reconocimiento pero, ¿quién soy yo para quitárselo? La gente vibra con él, y el wrestling televisivo debería ser un producto de la gente. Si ese tipo levanta a los aficionados de su asiento solo con su aparición no me queda otra que quitarme el sombrero ante él y lamentar que a mí no pueda transmitirme lo mismo. Porque el wrestling es arte, y el arte no es mejor ni peor, es diferente.

Entonces, ¿por qué no llamar al pacifismo? ¿Por qué esta guerra absurda cuando se trata de gustos? El autocontrol es relativamente sencillo cuando comprendes el entorno en el que te mueves. No entender ni respetar los diferentes puntos de vista es preludio del egocentrismo fanático que tanto detesto. Ese por el que se me tacha de menos fan de mi equipo de fútbol por admitir que el rival ha sido mejor y hacer autocrítica. Ese que está a la orden del día si quieres ganar visibilidad, porque es más sencillo si te apuntas a los extremos que si intentas entender las distintas percepciones. Ese del triunfo del sí o el no, del blanco o el negro, del y tú más. Ese que condena a una persona por lo más bonito y característico que tiene un ser humano: el poder razonar por sí mismo y cambiar de opinión. El de ser un individuo y no uno más de una especie cualquiera.

El wrestler que te gusta a ti no es mejor que el que me gusta a mí. El combate que te gusta a ti no es mejor que el primero de mi lista. Que a ti no te transmita algo no significa que yo deba sentir lo mismo. Asúmelo: te molesta lo más bonito de esta disciplina. Te incomoda la diversidad de opiniones, la variedad de gustos. Te encantaría que tu punto de vista fuese el mayoritario, que a la gente que disfruta del mismo entretenimiento que tú le gustara lo mismo que a ti. Pero tengo malas noticias: esto no funciona así. Si todo fuera tan simple, el arte no existiría. Y eso no puedo permitirlo. Porque este es mi arte. Este es tu arte.


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