Lo onírico no atiende a razones

La reciente revitalizada rivalidad entre The Undertaker y Brock Lesnar nos presenta un escenario único que ha desencadenado puñados de incógnitas. Dejemos que la situación nos sorprenda.

Sergio Bustos | @SergioBR10

22/07/2015 a las

- Lesnar: "I will kill you!"
- Undertaker: "You're gonna have to"

Lo reconozco. Ya me lo han vendido. Absorto con el reciente regreso de The Undertaker a la actividad en la WWE. El wrestler que me inició en esto allá por 2006/07 y el mejor personaje que ha tenido la empresa en sus muchas décadas de incansable evolución. Delante The Beast Incarnate, Brock Lesnar. Un tipo indómito. Inconmensurables cualidades. Físico inmarcesible. Pero, ¿por qué ahora? ¿Y por qué en Summerslam?

La pérdida de The Streak por parte del Deadman asombró al mundo, detuvo el tiempo y marcó una nueva era en el sports entertainment. Cómo lograr la mayor reacción de la historia con una simple palmada de más. Cómo elaborar un campeón realmente creíble, que le devolviera el prestigio un campeonato desfasado y que llegara a niveles tan altos de invencibilidad que tuvieran que arrebatarle el mismo indirectamente en uno de los mejores main events presenciados por el momento. Y, sin embargo, Paul Heyman seguía con su discurso. 21-1. 21-1. Veintiuno... a uno.

Pero la storyline que tanto dejó que desear en 2014 no había terminado. Con el tiempo obviamos el verdadero significado de lo que vimos en el 30 aniversario de Wrestlemania y las constantes dudas sobre el físico de Mark Calaway y la rivalidad de transición con Bray Wyatt tras un largo periodo de letargo, así como el regreso de Sting, convertía en impensable una posible venganza. Pero llegó. Y, pese a los inevitables spoilers, nadie se lo acababa de creer del todo. Ataque en Battleground al más sorprendente puro estilo heel -que no valió para nada puesto que el estadio estalló en cánticos- y morbo máximo. Casi truculento. No hay otra manera de definirlo.



Y ahora nadie quiere ver a Roman Reigns. Nadie quiere el open challenge de John Cena. Ni Dean Ambrose ni Dolph Ziggler. El solipsismo de Seth Rollins ya no interesa. Todo gira en torno a dos hombres y una rivalidad con intrincado significado. Y el RAW del lunes siguiente no iba a ser menos. Una demostración de cómo hacer un intenso brawl sin que sirva de relleno en pantalla. Una lección de dos profesionales que, con su sola presencia, levantan más masas que cualquier reflejo técnico sobre el cuadrilátero. No es wrestling, son sensaciones. Sentimientos y saltos de la silla. Y cómo me gusta.

Ahora bien, ¿tiene sentido? A priori puede parecer que no, pero Undertaker ha sido siempre un personaje impredecible, y si algo agradecimos durante tantos años fue precisamente ese aspecto. ¿Perderá credibilidad alguno de los dos? Sin tener idea aún de cómo se elaborará el bookeo correspondiente,muchos pueden pensar que sí y otros como yo irán por la opinión de que en absoluto. ¿Quién hay más creíble que Lesnar en la actualidad? ¿No ha sido Taker el más creíble durante años en la empresa, lejos o cerca del oro?

Muchas preguntas, pocas respuestas. De todo fondo y de toda forma. Por mi parte continuaré con la filosofía que me ha unido al wrestling desde que tengo uso de razón: disfrutar, esperar y disfrutar. Dentro de un tiempo añoraremos momentos como este. Echaremos la vista atrás y veremos rielar un pasado que, si no cuidamos, nos convertirá en famélicos de buenas historias años más tarde.

¿Qué mas da lo bueno que sea el combate? ¿Es tan relevante que no tomen protagonismo las promesas en el mayor evento del verano? Hay tiempo y habrá oportunidades. El futuro no se construye en 30 días. Tenemos un mes de leyenda, sicalíptico. Devorémoslo. Los sueños no atienden a razones, aunque a veces se cumplan.

Sergio Bustos
@SergioBR10
sergiobustosrubio@gmail.com

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